Quien ha visto tus ojos lo ha visto todo. ¿Y qué puedo decir yo que tanto los he navegado, que
tantas veces me he perdido en ellos? Puedo decir que observarlos con
atención no me ha revelado su secreto. Muy por el contrario, cada vez que los
miro la respuesta se aleja más, se vuelve más inasible. Pero sé que en ellos se
oculta la verdadera vida. Cuando no los miro, estoy muerto. (Porque tú ya sabes
que esto que llamamos vida es un espejismo móvil, un juguete con el que a duras
penas nos entretenemos, mientras lo importante se nos escapa. La verdadera vida
siempre está más allá de lo conocido.) Pero tus ojos –que siguen mirándome-
saben más que yo y más que tú y más que todo el mundo. Son tan simples, tan
bellos, tan indescifrables. Atesoran una luz que nunca se apaga. Ellos son, al mismo tiempo, enigma y verdad.
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