Yo sé de un espejo roto en el que si me miro no me reconozco. Cuando
me asomo a él, veo a alguien que sufre donde antes disfrutaba, alguien que teme
donde antes alardeaba, alguien a quien le han robado los sueños de la noche a
la mañana. Muchas veces deseo cambiar de espejo cuanto antes para volver a
verme como era, pero también me doy cuenta de que ese de antes ya no soy yo. Mi
reflejo se ha vuelto oscilante, fantasmagórico. Se trata de no tenerle miedo a
esa imagen, de reconocerme también en esa sombra. Y entonces quizá ese
reconocimiento pueda ser el pegamento que junte de nuevo los añicos, para formar
un nuevo espejo, más completo, más real, de mí mismo.
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