sigo caminando
hacia mí mismo.
A veces
vuelven los fantasmas de la locura
a susurrarme
infelicidades.
A veces un
rostro, un lugar, una voz
rayan como
un vidrio dentro de mí
y el aire se
vuelve ajeno, indiferente
a la risa o
al llanto.
A veces lo
absurdo es el peor monstruo,
semillero de
dudas y más dramas.
A veces es
la pura sombra que gira
sobre sí
misma, como un torbellino
que fuera a
arrasar mi vida entera.
Pero la vida
no se ha movido de donde estoy.
Mi
respiración así lo prueba.
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