Tocan los
ángeles sus trompetas,
resbalan lágrimas
de los edificios,
la niebla
conjura coches sin memoria,
el rostro
herido de un atardecer
contempla
nuestros simultáneos destinos.
Yo dibujo
siluetas en el cristal,
mientras
espero tu llegada fría,
sumiendo mis
pensamientos
en el
descafeinado de máquina.
Curiosa
libertad del cuerpo,
respirando
cada humo del café,
vistiendo el
verde reflejo callejero,
sabiéndose
uno contigo, aunque no estés.
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