Esta noche
he sacado mis pies a pasear,
he dejado
que el aire frío me respirara
y que las
piernas me llevaran por donde quisieran.
Una mirada
de niño se ha encendido en mi rostro
y he
contemplado todas las cosas como por primera vez,
mirando este
edificio de aquí, ese restaurante de allá,
y en verdad
todo tenía un aspecto nuevo, prístino,
como si el
instante estuviera bautizándonos.
Mi gran
sonrisa ha deslumbrado los semáforos
y ha captado
el interés de los providenciales viandantes.
Nada me hace
suponer que se cruzaban conmigo por casualidad:
el hombre
que hablaba por teléfono,
la vieja
con su bastón,
el bebé
que lloraba,
la pareja
que se besaba,
el mendigo andrajoso,
la joven
que me devolvía la sonrisa…
A todos les
he mirado o, mejor dicho,
les he
acariciado silenciosamente con la mirada
hasta
despojarles de todo aire diferencial,
hasta
llevarles muy dentro de mí,
hasta verme
a mí mismo en ellos.
Esta noche
he sacado mis pies a pasear
para
encontrarme conmigo mismo.
... y que con las glorias no se vayan las memorias ...
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