Hace tiempo
que murmuran
su quejío
mis tripas.
Primero
pregunté: ¿qué pasa?
Ellas me
respondieron: no sé.
Tanto se
quejaban que me preocupé.
Visita al
médico. Hazte pruebas, a ver.
Pasó el
tiempo y me olvidé.
Salen los
resultados. Celiaco no es.
¿Qué será
entonces? Aquí me cabreé.
Ronronea el
gato, pero el gato no es.
Son de nuevo
mis tripas, ¡ya no sé qué hacer!
Me giro en
la cama y aquí vuelve otra vez.
Ahora solo
escucho el quejío,
sin interrogarlo,
sin violentarlo,
como quien
oye el croar de un sapo
o al pájaro
que insiste en su pío-pío.
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