Vistas de página en total

sábado, 19 de julio de 2014

La senda inescrutable


Seguiré por la senda inescrutable, interminable, de rabia, sudor y lágrimas, confiando, perseverando, muriendo en cada intento. Caminaré sin linterna, sin zapatos, sin risa, sin memoria, sin nadie. Avanzaré con sed, con coraje, con pasado, con lluvia. Cada pregunta, un suspiro. Cada paso, su respuesta. Viviendo la vida sin vivirla, pensando un mundo propio ajeno al propio mundo. Construyendo un hogar con palabras de amor en el fondo del océano, escalando montañas que no existen, cortándome con cada arista del tiempo, volando sin alas, diciendo aunque no sienta. Todo es envenenarse con la propia sangre, asustarse con la realidad, escuchar un disco rayado, ver sombras grotescas en cada pared, perderse en los recuerdos, odiar lo que amas y, sin embargo, buscar una mejora, un cambio.
Seguiré por la senda inescrutable hasta perderme… o encontrarme.

viernes, 18 de julio de 2014

Mariposas negras



Paseaba por la calle bañada de sol, de turistas, de negros vendiendo cosas pirateadas, y miraba esa calle, esas tiendas, esa gente que pasaba por allí como yo pasaba. Y todo estaba bien, había animación, misterio, sonrisas y mucho ruido. Y en medio de toda esa alegría y agitación veraniegas, sentía el corazón desangrarse como una amapola deshojada por el viento, como el reloj de arena vaciándose, como si hubiera sido mordido por alguna bestia sin nombre que habitara en lo profundo de mí. Necesito encontrarme dentro de ese dolor, dar forma a mis horrores y convertirlos en mariposas negras que puedan entretener a los niños. Espero que nadie note la diferencia entre mis mariposas y las que colorean el resto del universo.

jueves, 17 de julio de 2014

La isla



No sé muy bien cómo he llegado a esta isla. Me parece el lugar más inhabitable de la Tierra. Todo en ella me asquea: los bancos de algas en la playa, el sol que arde en la piel, las piedras que se clavan en las plantas de los pies, la selva sofocante… Expirar, morir, eso es todo lo que uno desea cuando llega aquí. Desaparecer, al fin, tragado por las mareas, deshidratado bajo un sol sin piedad, desangrado entre las rocas de la cala.
A media tarde, me despierta el agua inundándome los pulmones. La marea ha subido mientras dormía. Me incorporo entre accesos de tos, escupiendo en el agua oscura y salada que me constriñe, que me atrae hacia su abismo de perdición.
En esta isla, tu amor ya no me parece algo valioso.  Me viene a la memoria  tu espalda abandonándome y la melodía -que antes adoraba- ahora suena tan lejana, tan triste, tan poca cosa… También siento miedo de perderte y de perderme a mí mismo y al mundo, miedo de vivir para siempre en este vértigo acosador e inhumano.
No me duele el destierro en esta isla; me duele estar desterrado de mí mismo. ¡Si al menos tuviera la belleza de la puesta de sol, la belleza del canto de los pájaros, la belleza de las estrellas cada noche! Cuando el dolor está en cada cosa que miras, cuando no hay ya nada que ver, ¿qué podemos hacer?