Tus
manos juegan con ese rectángulo,
una
ventana abierta al vasto mundo,
por
la que todo el mundo espía hoy
las
vidas de los otros y sus líos.
En
ese peligroso juguetito
hay
un librito azul (mas bien tomazo),
enciclopedia
para el cotilleo
donde
puedes ver mi nombre y mis años.
Del
Libro de los Rostros pasas páginas,
buscando
lo que aún no ha de llegar
y
tu concupiscencia tiene cara
de
alguien a quien no conocerás.
Y
es tan azul y extenso este catálogo
que
en todo se parece a un vasto piélago
cuyas
olas arrastran los perfiles
de
sirenas que juegan con rectángulos.
Saltas
de una sonrisa a un buen trasero
moviendo
solamente un corto dedo,
sin
ver que la sirena es sólo litio
y
que en su corazón no tienes sitio.
Izada
la bandera del deseo,
seguirás
navegando entre sirenas
que
giman en tus noches de alta espuma
para
despertar, una vez más, solo.