Hermosísima
cara,
¿qué
dios sembró tan fragante brezo en tu cumbre?
¡Cómo
se derrama el pelo en la almohada!
Y
la frente redondeada como el agua,
y
las cejas como dos pinceladas,
y
los ojos que alborean la penumbra de esta habitación.
Le
susurro al fantasma de un rizo junto al lóbulo de tu oreja
que
no es tarde, que aún hay tiempo,
y
me pierdo en la sombra de tu nariz,
y
descanso en tus labios.
El
mundo te ha ignorado siempre.
Tu
cara vivía entre las otras como una más,
reflejando
alegría o desconsuelo.
Una
cara más.
Nadie
te decía lo guapa que eras.
Ahora
tampoco. Solo yo parezco hechizado contigo, cara bella.
El
mundo sigue girando; el sol, saliendo; la noche, cayendo; la gente, pasando.
Aunque
nadie te lo diga, eres hermosa, hermosísima.
Solo
te pido una cosa: que me dejes seguir aquí contigo,
compartiendo la
infinitud de este instante.