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sábado, 30 de septiembre de 2017

Tarde de amistad


                                                 A Mario F. Gude



Te sugerí sentarnos en la hierba
y fuimos al pequeño mirador,
sobre la entrada que conduce al templo.
Allí nos detuvimos
a mirar a la gente, a los coches,
a esa tarde sin nombre que regaba
el sol en nuestra nuca.
Rendimos confiadamente el cuerpo
a nuestra madre tierra
y la mirada se posó en el cielo.
Como un río brotaban las palabras,
nuestros labios cantaban sueños, miedos,
amores, desengaños y alegrías.
Mientras se desplegaba el diálogo,
la hierba se pegaba a nuestros codos
y a la camisa, y a la risa nostálgica,
y nos acariciaba la mirada
de una desconocida.
Compartiendo nuestras filosofías,
pude sentir esa felicidad
de sincerarse con un semejante
y afianzar la amistad.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro,
si sus confesiones son de oro puro,
que entre amigos de veras
nunca se acepta el bronce.
Hablamos del pasado y del futuro,
pero la vida discurría allí,
en el parque inmortal,
y allí quiero quedarme
bajo cipreses que apuntan al cielo.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Cena socorrida



                                                              A mi vecina Socorro


Andaba yo perdido,
doblando cada calle de mi alma,
soñándome dolido,
girando el pensamiento sin sentido.

Llegando a mi portal,
me vi sin llave y nadie a quien llamar.
La desesperación me hizo tocar
el timbre a una vecina.

-¡Sí, claro, Santi, sube!
-me dijo ella, algo sorprendida.
Me abrió la puerta, suave bienvenida,
y en la luz del salón, al fin, me supe.

La familia, cenando en la gran mesa,
me acogió con cariño.
-¿Qué tal están tus padres?
-¿Y tú qué tal, mi niño?

Las croquetas ricas, fino el tomate,
-Sírvete un poco más, que aún queda fanta
-me dijo Ana, con su voz de santa,
¿y quién podía negarse?

Me vi escuchado, me sentí querido.
Luego llegó mi madre y su vestido.
-¡Qué elegante vas tú a todas partes!
Y su risa se oyó de regocijo.

Esa cena me sanó el corazón.
Gracias por socorrerme,
gracias por acogerme,
gracias, Socorro, por tu buen amor.

martes, 19 de septiembre de 2017

La espina



Cuando te pinches
solo mira la espina.
No hay nadie a quien culpar,
ni siquiera a ti.

¿Quién podrá quejarse entonces?
¿Quién buscará la causa?
¿Quién rechazará el dolor?
¿Quién buscará revancha?

A mí todos los miedos,
a mí todas las penas,
que yo sabré amarlos,
haciendo de tripas, corazón.

Después no quedará nada,
pues nunca hubo nada.
La música del viento,
una nube que pasa.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Sudor de manos



¿Yo me observo o pienso?
Pienso lo que observo.
Observo obseso el seso
y sus espinas muertas.

Mas, ¿dónde la vida?
¿dónde sino en estas manos
ardientes y jaspeadas
que corren a ocultarse
donde el temblor no las vea?

Solo el despierto agradece
estas palmas regadas,
sus diminutos diamantes,
sus huellas de agua.

Mira en ellas la maravilla,
mira en ellas quién eres.
Ni fuego, ni agua, ni tierra, ni aire,
ni siquiera esas palmas eres tú.

Mira más adentro,
más allá de la forma.
Mira al Universo
que se celebra y llora.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Relámpago

Noche que me atormentas,
apenas puedo verme a mí mismo
entre tanta niebla pensada
y tanto trueno infundado.
Pero uno solo de tus relámpagos
bastará para sanarme.
Ahora veo esa luz inesperada
y me maravillo.
Cómo en un instante
he sido tocado por tu belleza
y deslumbrado en cada una de mis sombras,
dejándome todo paz,
ya sin nombre ni cara,
tan desnudo que no me viste
la más leve inquietud.
Las campanas nos llaman una y otra vez
al reposo en la nada.
Me quedaré aquí,
gozándome de mi inexistencia,
muerto en la playa del sinsabor,
vivo en las olas que me traen y me llevan
pero que eternamente me sostienen.