Dicen que mi
país se llama España,
mas yo sé
que mi patria verdadera
no aparece
en los mapas.
¿Cómo puedo
ir hacia allí entonces?
Si ahora
vivo aquí, en esta caverna
de miedo e
ignorancia.
Quiero salirme
de este oscuro engaño,
de este mal
sueño, arduo laberinto
que siempre
acaba en muerte.
La buena
nueva es que no estoy solo,
que cuento
con un fiel guía infalible,
el Espíritu
Santo.
Él me
liberará de las cadenas
que yo mismo
fragüé, para llevarme
en sus alas
gentiles.
Juntos
escaparemos de la niebla,
y
sobrevolaremos las fronteras
hasta llegar
al Padre,
esa patria
querida de vergeles
y fuentes
que rebosan siempre paz.
Lugar ameno
y santo.
Desde ahora,
entrego totalmente
mi vida a
este propósito feliz:
conocerme a
mí mismo.
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