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lunes, 25 de septiembre de 2017

Cena socorrida



                                                              A mi vecina Socorro


Andaba yo perdido,
doblando cada calle de mi alma,
soñándome dolido,
girando el pensamiento sin sentido.

Llegando a mi portal,
me vi sin llave y nadie a quien llamar.
La desesperación me hizo tocar
el timbre a una vecina.

-¡Sí, claro, Santi, sube!
-me dijo ella, algo sorprendida.
Me abrió la puerta, suave bienvenida,
y en la luz del salón, al fin, me supe.

La familia, cenando en la gran mesa,
me acogió con cariño.
-¿Qué tal están tus padres?
-¿Y tú qué tal, mi niño?

Las croquetas ricas, fino el tomate,
-Sírvete un poco más, que aún queda fanta
-me dijo Ana, con su voz de santa,
¿y quién podía negarse?

Me vi escuchado, me sentí querido.
Luego llegó mi madre y su vestido.
-¡Qué elegante vas tú a todas partes!
Y su risa se oyó de regocijo.

Esa cena me sanó el corazón.
Gracias por socorrerme,
gracias por acogerme,
gracias, Socorro, por tu buen amor.

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