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sábado, 28 de octubre de 2017

Honestidad



Cuando la vida nos clava los cuernos,
¿quién puede afirmar entonces que es feliz?

Hay un modo extranjero de estar en el mundo,
una sensación que rechaza la vida y la mira ceñuda.
Mira la tele, mira la alegría, oye la música.
Apenas puedo entender que otrora yo gozase de esas cosas.
Y sin embargo, algo dentro de mí tiene nostalgia de ellas,
nostalgia de un bienestar que ahora se me niega.

Hay un miedo que se enrosca en el corazón
y no lo abandona fácilmente.
Nadie puede entenderlo,
pues no hay razones para estar así.
Algunos piensan que es locura,
otros, una suerte de espiritual cordura.
Odiseo, Eneas y Dante estuvieron aquí
o quizá sus infiernos fueron otros.
¿Cómo expresar estos calores inmundos,
este ahogo de horas y semanas,
estas ganas de verter todo el mar por los ojos?
Hay momentos en la vida donde la soledad se vuelve un filo,
una habitación en penumbra, una sordera universal.
Quieres salir de la habitación, 
despertar de la pesadilla,
¿pero cómo salir de tu propia vida?
¿Cómo despertar del sueño de la mente?

Acepta, acepta, acepta hasta morir.
Yo no sé quién ha inventado este camino tan hostil,
esta soga tan sutil que se llama sufrimiento.
Y pese a todo, mi corazón puede oír,
como una música lejana y prometida,
un Amor que no es de este mundo
y que hace posible nuestra experiencia de él.
Yo sé que soy ese Amor, que incluso estos escupitajos
de la existencia son agua fresca para quien lo conoce,
pero yo solo puedo hablar de mi experiencia.


Si la honestidad es una virtud, toma este poema honesto, lector,
relee estos versos que por unos instantes nos han unido
y celebremos al menos que hemos hablado de corazón.
Quizá algún día podamos reírnos del pasado
y esa risa limpiará, en su presente eterno,
hasta la última duda que pudiera cabernos.



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